Desde las campanillas que suenan al acabar las clases hasta los continuos exámenes y la diversificación de materias. El imperio prusiano extendió de manera paulatina su manera de educar a sus ciudadanos en un mundo en guerra. La pregunta es si esas conductas valen de algo tres siglos después, en un mundo en el que la recompensa y el castigo desmotivan al alumnado.